La asistenta, de Freida McFadden
Hay libros que no te sueltan, aunque sepas —desde la página treinta— que lo que viene no será una revelación, sino una confirmación. La asistenta es uno de esos libros. Una novela de suspense psicológico que no pretende revolucionar el género, pero que sí entiende a la perfección cómo mantener al lector atrapado hasta el punto de hacer que lo que era una página más, termine siendo cinco.
La trama es efectiva: una joven sin recursos consigue trabajo como asistenta en una mansión aparentemente perfecta. La familia para la que trabaja es atractiva, rica… y por supuesto, algo ocultan. Hay habitaciones prohibidas, rutinas extrañas, y ese tipo de atmósfera densa que ya es marca registrada en este tipo de thrillers. Nada nuevo, pero funciona.
Lo interesante no está en lo que pasa —que no sorprende tanto si has leído otras novelas del estilo— sino en cómo se cuenta. McFadden tiene un estilo directo, ágil, que prescinde de adornos para centrarse en lo esencial: el ritmo. Los capítulos cortos, la voz narrativa en primera persona, y la progresiva revelación del pasado de la protagonista generan un tipo de tensión sostenida que hace que uno quiera seguir, incluso cuando ya ha intuido el desenlace.
¿Se le puede reprochar algo? Sí, claro. Los personajes son más funcionales que profundos. Algunos giros se sienten forzados. Y hay cierto abuso del recurso "flashback revelador" como forma de armar el misterio. Pero también hay que reconocerle algo que no todos los thrillers tienen: coherencia interna. McFadden juega limpio. No hace trampas narrativas. Y eso, en un género saturado de giros imposibles, se agradece.
La asistenta no busca ser alta literatura, ni lo necesita. Es un libro que cumple con lo que promete: intriga, ritmo, tensión y un cierre satisfactorio. Y lo hace con dignidad, con oficio, y con un sentido del entretenimiento bien medido.